Jorge Riechmann (Madrid, 1962) es una de las voces más relevantes del ecologismo y del pensamiento político de izquierdas en el Estado español desde hace años. Se ha convertido en una especie de voz de la conciencia (colectiva).
En su último libro, ‘Otro fin del mundo es posible, decian los compañeros’, muestra descarnadamente su pesimismo —”realismo”, matiza él— ante la emergencia climática y la crisis energética. De hecho, cree que el colapso total es ya totalmente seguro. Pero que debemos luchar por, al menos, “colapsar mejor”. Riechmann, un histórico de Ecologistas en Acción, lo definen en las biografías de la ‘Wikipedia’ como “poeta, traductor, matemático, filósofo y doctor en Ciencias Políticas”.
Empiezo con una confesión. He llegado a la entrevista con una moto japonesa. Estoy grabando la entrevista con un móvil chino. Llevo unas zapatillas de alguna marca norteamericana. En alguna etiqueta de mi ropa, debe salir la palabra Bangladesh, Turquía o Marruecos. Buf… Todos tenemos contradicciones. Pero, ¿cuántas contradicciones puede asumir el planeta?
Es buenísimo que todos seamos conscientes del lugar de donde provienen los objetos o la ropa que usamos. Y, si vamos un paso más allá: hay que pensar también donde van a parar todas estas cosas cuando las dejemos de usar. Tenemos un problema sistémico: no puede resolverse sólo con estrategias de consumo consciente individual. Intentar vivir de acuerdo con una conciencia ecologista es casi imposible en las sociedades actuales. La dinámica expansiva del capitalismo coloniza cada vez más ámbitos de nuestra vida privada. Castoriadis, el pensador grecofrancés, decía que la ética puede funcionar como encubrimiento si no somos capaces de pensarla en términos sociopolíticos.
Estas contradicciones respecto a la defensa del planeta han afectado, históricamente, a los partidos de izquierdas. La izquierda marxista clásica no vio muy claro la lucha ecologista. De hecho, Marx, lógicamente, ni hablaba de ella.
A Marx, en un famoso cuestionario, le preguntaron cuál era su héroe favorito, y él dijo: Prometeo. Prometeo era el titán que en la Grecia antigua roba el fuego a los dioses, el fuego divino de la tecnología, y la entrega a los mortales para que puedan defenderse. Marx y buena parte de la izquierda han confiado mucho en la promesa prometeica de dominación de la naturaleza en las manos de los seres humanos. Hoy sabemos cómo puede ser contraproducente este prometeísmo. El esfuerzo por controlar la naturaleza se ha vuelto contra nosotros mismos.
“Podemos y, en general, la izquierda no se han comprometido a fondo con el planeta. Hace falta una izquierda no productivista”
Ningún partido de izquierdas se presenta con un programa económico radicalmente ecologista que defienda frenar el consumo, reducir la industria contaminante al mínimo, poner fin a los coches e ir hacia el decrecimiento. Quizás, ¿porque no les votaría nadie?
Ha habido muy pocas tradiciones de la izquierda comprometidas realmente, y no sólo en la teoría o el discurso, con la defensa de la naturaleza y del clima. Gente como William Morris o Walter Benjamin, en los siglos XIX o XX, deberían tener más fuerza hoy a la hora de formular los programas electorales de las izquierdas. En nuestro país ¿recordamos lo que nos enseñaron el novelista Miguel Delibes o el filósofo Manuel Sacristán? De hecho, la izquierda sabe desde el año 1972, cuando se publica el informe ‘Los límites del crecimiento’, que tenemos un problema para encajar las sociedades industriales en la biosfera terrestre y en la naturaleza. Aquel libro fue un ‘best-seller’ mundial y dio lugar a un gran debate. Pero es muy significativo que poquísima gente de la izquierda asumiera el reto. En general, la izquierda reaccionó diciendo que esto era otra estratagema del capitalismo para ir en contra del bienestar de los trabajadores.
Y Podemos, más allá de la teoría y del discurso, ¿crees que está plantando batalla por el decrecimiento y por la lucha a fondo contra el calentamiento global?
No, no. Nada. Cuando Pablo Iglesias o Íñigo Errejón hacen su crítica al mal funcionamiento del sistema en España, critican los problemas de la educación y de la sanidad, las consecuencias del paro, la desigualdad social… Es decir, las crisis intramuros. Pero lo que no destacan nunca es la denuncia de los problemas de fondo de los intercambios de energía y de información de los seres humanos con los sistemas naturales. Es decir, las crisis extramuros. Necesitaríamos una izquierda no productivista, pero esto prácticamente no existe.
En tu libro ‘Otro fin del mundo es posible, decian los compañeros’ (MRA, 2019), se destila un pesimismo radical: según tú, vamos hacia la catástrofe e incluso dices que hay riesgo de un genocidio tras el ecocidio.
Hay una probabilidad muy alta de un genocidio en la Tierra a consecuencia de colapso ecosocial y la tragedia climática. Si las cosas van como se esperan, a mediados del siglo habrá unos 10.000 millones de humanos. Pero lo más probable es que la mayor parte de esa enorme humanidad sea exterminada a medida que se agraven la crisis climática, la devastación de la biosfera, el colapso ecosocial..
Pero esto que afirmas es muy duro…