Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
César Vallejo
Ya la alta noche cae sobre la lámpara
desde el silencio redondo de la tierra.
Hacia el insomne foco aquí a mi lado
confluye el curso de los nocturnos vuelos.
Eugenio Montejo
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A esta altura de mis sueños y mis hombros
pienso que uno se va llenando de papeles
de ratos de viajes y de libros
Todo en cambio debe ir con acento
cuando la vida de regreso llama
Las palabras copulan y fornican
avientan vendaval y madrugada
viven gritan se abrazan y soportan
al pie del laberinto la palabra
Debe haber silencio para darle paso a la luz
Debemos ir despacio hacia la muerte
Buscaremos todo
al final nuestro asombro encontraremos
Y nos elevaremos como las aves
ala con ala sueño con sueño
para dejar esta tierra debajo
perdiéndose en la lejanía
Encaminarse a una estrella
solamente esto
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En memoria de Dionisio Aymará
Me basta con ver los árboles
con oír los pájaros
con ese gran milagro de estar vivo
y caminar entre la gente
y saludar al sol profundo
que brilla en el corazón de los humildes
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Puesto que sólo son tres cuatro tragos
sin que el sol caiga en cuenta
desgarraré mis ataduras
agregaré luceros a la tarde
irrumpiré contra mi propia angustia
mis veredas vegetales
mis yertos pasos desolados
hasta sembrar de altos girasoles
el lujurioso vientre de la tierra
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En aquel cuarto de mi aldea he muerto
Ayer estuve sólo de pasada
A cántaros llovía en mi camino
¿Será que muerto voy por estos lados?
¿Por qué esconder el alma en los cimientos?
La orfandad tiene oídos de mujer
También un día iré al entierro mío
La vida gozo aurora errabundaje
zaguán para esperar la muerte
Mi locura
la antigua soledad de la tristumbre
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a Luisa Futoransky
Turín Monza Lisboa y Estoril
preciosas colindancias seculares
fontanas en valijas escondidas
apacentando siglos en labranzas
¿Las calles de Madrid Segovia y Sintra
en cuál de tantas guerras soñarán?
Cuánto diera por una tarde en Grecia
Cuánto la tarde por un Pablo en gracia
Brumosos los recuerdos
maúllan hasta el amanecer
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Oh destino el de Pablo
haber sido una tarde de Turín
de Córdoba Milán Sevilla y mar
haber envejecido en arenales
haberse descubierto en muchos puertos
lejos de los bajeles de la infancia
y no haber visto nada o casi nada
sino el rostro fugaz de una luciérnaga
engarzado en las sogas del insomnio
Oh destino tal vez no más que el tuyo
haber vivido haber amado sido
haber ido feliz haber tocado
el viviente Jardín siquiera un día
cerca de la tristeza de la errancia
en medio de hojarascas y desiertos
bajo un trémulo sol de cafetales
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Me moriré en abril con aguacero
un día que la lluvia ya recuerda
aunque nunca escuchemos las campanas
irán aquella tarde a nuestro entierro
Seguro un jueves como es hoy de abril
un día de este siglo que amanece
seguramente un día a la intemperie
o sábado o domingo un día de estos
Pablo ha muerto dirán las pomarrosas
la aldea lo sabrá sus cafetales
el limonero y el amor ardiente
También los cangilones y Vallejo
almácigos insomnios aspavientos
la soledad la lluvia los caminos...
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a Ramón Ordaz
Juan Griego ahora me has vuelto más camino
tengo miedo de mí cuando me escucho
Juan Griego compañero de vigilia
cuando esta mar levante llamaradas
cuando Bolívar vuelva por aquí
sabrás que también soy de tu familia
que no hay más magia que el papel en blanco
ni don mayor que el premio de la vida
Juan Griego insomne como el Mar Caribe
margariteño abrazo azul marino
garita en vuelo en su canción de arena
Juan Griego mar garita vuelo y rima
mientras Bolívar torne peregrino
en tu mar bramará mi poesía
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Di una vuelta a la luna y regresé con vida
Si supiera cuánto hay de aquí a la muerte
el tiempo que demore
el resto de la vida
simplemente muerte
pero no he ido todavía
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La calle 4... donde me lanzó la aldea con dos viejos, tres
hermanos y cuatro reales de por medio, donde conocí las lágrimas del sauce, donde conseguí el amor a tiempo, la de aquella Gruta, aquella Cueva que me enseñó la cara de la vida, la del Cristo que me mostró el color tostado de la piel cuando se va la guerra, la de Rafael, guindando de un árbol para siempre, la de Ofelia y sus alegres mamarrachos perdidos en no sé sabe qué botija, la de Doña Jabiela curando de maldeojo a tanto rico y pordiosero, la que me llevó a la Ermita, la de mi padre apacentando sus canarios, la de las madrugadas en busca de oración, la de María Bonita, Muela 'e Gallo, Pedro Chapuzas, Media Vuelta y María la de verde siempre con su eterno olvido, la de Elio y las primeras rimas, la del viejo seminario de mi padre, con sus calificaciones siempre en rojo, la de Pedrito el de Vanguardia, el que se fue al cielo a cobrar sus prestaciones, la de ahorcar los hábitos para irnos por la vida a hacer la guerra. La calle 4, para emprender el viaje por el mar y por la nieve, la de la más alta pesadilla, el día que se perdió mi sobrinita, la de la monjita española que lucía tanto camino de la misa o del altar, la del primer artículo y el primer poema, la del poema Azul de Salmerón Acosta y el Soneto Enamorado de Francisco Luis Bernárdez; la del Dios deseante y deseado de Juan Ramón Jiménez junto al Fausto de Goethe, los Poemas Humanos de Vallejo, las Residencias en Tierra y el Canto General de Neruda; la de Mayakovsky, Hernández, Pound, Whitman y Pavese; la de Dante, Huidobro, Benedetti, Cardenal, Cote Lamus y Gaitán Durán, Fidel, el Che, Camilo, Ojeda, Ugarte Pelayo y Argimiro... la de Pedro Pablo, Dionisio, Olivera, Ilia,
Carrero Mora, Beroes y Manuel Felipe; la de Rubén, Michelangeli, Castro Medina, Mendoza, Alviárez, Agustín o Brun Detuski, Rafael o Carlos Guérin, Myriam, Pereyra, Campos y Ulacio; la de la Ópera Carmen junto al anafre de las cinco de la tarde, la de la primera clase en el Santa Teresita, el de las dulces onzas y puntales, la del Santísimo, quien me ayudó a no perder la fe, la de las hermanas Alix y Graciela Ruiz con su Album de la Rotunda de 1902 y versos de 1800, la de las Hermanas Ocariz de Rubio, la de la luna de tres de la madrugada, la del napalm a la hora de cantar el gallo para emprender el viaje a Cannes y los Alpes. Donde una tarde me fui en busca del amor y me encontré el monumento de la Francia. La calle 4, con misiles rusos, cubanos, Radio Habana, fusiles y guerrillas, la del 23 de Enero y el Cuartel Moncada y el Mayo del 68 en Turín con frío. La del negro Julián venido de no sé sabe dónde; la de La Bota Negra por donde mi madre bajó y subió, subió y bajó con su matriz al hombro mientras yo insensato tarde la noche con mi amigo parla y parla. La calle 4 No. 12-122. La calle 4 No. 11-61. La calle 4 No. 10-36 subida, bajada y brinco por la vida. La calle 4 No. 15-13. La calle 4 No. l5-l5, la lucha clandestina, el confinamiento de la vida. La calle 4 y pico No. 1-59 Las Acacias, esperando lo que venga, agazapado en el rincón de un cuarto, donde parece ancló mi vida, para irse cualquier día de repente si no es que viene un hijo de puta de la CIA a llevársela antes de tiempo... o algún toche policía a jodernos la paciencia... La calle 4 No. 10-36 frente a un par de leones de tramoya... La calle 4 y pico, digo... Las Acacias, echando vaina todavía, al compás de este insomnio terminal.
La vida nos acecha
nos remeda hamaca enreda amarra amasa enselva
insomnia y nos enlluvia
la lluvia nos borrasca ventana enhoja ennagua
y aguitarra
la guitarra nos cimienta astilla ampara nos arma
nos desalma
el alma nos enrumba embala huracana y nos enrama
la rama nos empalma enllanta nos enlucha
la lucha nos estrella
la estrella nos asombra
la sombra nos desgarra
la garra nos enguerra
la guerra nos destierra
la tierra nos entierra
nos desentierra y nos desecha
Freddy Pereyra