Almácigo 2
GÉNESIS
Se despertó de pronto la espesura.
Primero fue la luz. Después el viento.
Brotaron de la noche las semillas
y el rojo sol amaneció en los frutos.
Sobre los escarpados peñascales
saltaron, libres de temor, las bestias
Y en un vuelo de cóndores de espuma
las aguas emprendieron su jornada.
El hombre, entonces, amasó la tierra.
Todos los árboles se hicieron suyos
y suya fue la red de los caminos.
Nació sin nombre la primer aldea.
La vida tuvo la noción del tiempo.
Y vino Dios y santiguó la tierra.
MONTAÑA
Yo sólo sé que soy de la montaña.
De donde son las rocas, los caminos.
De donde ruge por la noche el frío
sobre escarcha de musgo y de neblina.
De donde brota el aire, mensajero
del manantial dormido en la espesura.
De donde traza surcos el arado
hasta llegar al corazón del hombre.
De donde brama - monstruo de la noche -
y estalla de furor entre las cumbres
la tormenta feroz del ventisquero.
Pariente de estos seres diluviales
también el hombre en las alturas mora.
Yo solamente soy de la montaña.
SÚPLICA
Canto a las sombras porque sé que imploran
al paso de los hombres su victoria.
Canto a las siembras porque sé que amparan
las pisadas nocturnas del labriego.
Canto a la brisa, al sol y las quebradas
porque nunca supieron de su origen,
porque siempre estuvieron conspirando
"entre una multitud de agricultores".
Así la vida, lo demás vendrá
de sobra. Y alzarán los campesinos
sobre su frente la implacable historia
de resistir por cuotas su existencia
mientras anhelan como en pie de guerra
"la dicha de vivir completamente".
ABRIL
Voy en abril, seguro de que existo
desde que un viento largo allá en mi aldea
sin saber la colina de mi sombra
dejó mi sueño andando por la vida.
Creo en abril, en su reinado eterno,
en su ancho pedestal de sombra verde,
en la audacia taurina de su cielo,
en su leve y dulcífera armonía.
Abril, contigo va mi corazón,
mi sueño, mi dolor y mi tardanza.
Contigo, abril, me alcanzará la aurora
cuando, lejano ya de aquella aldea,
te encuentre, abril, en plena primavera,
durmiendo el corazón a alguna rosa.
REGRESO
Hoy entreabrí la puerta de la infancia
con la nostalgia vuelta hacia la cuna
y no encontré ni un rastro de la luna
que ayer nomás iluminó mi estancia.
Hoy me inundó la mar de la distancia
al evocar mi vegetal laguna
y en la vieja resaca una por una
fue anclando sus pisadas mi inconstancia.
Hoy me perdí en las ruinas de mi ayer
en busca de un alero, de un cimiento,
de un mango, un cafetal o mi nacer
y al verme en los umbrales de mi aliento
honda desolación cruzó mi ser:
oí que sollozaba mi lamento.
PENUMBRA
De un tiempo acá las noches no son mías,
las aspas del insomnio se han varado,
porque un lúgubre viento huracanado
me dejó solamente con mis días.
De tarde en tarde van mis rebeldías
tras el antiguo puño alucinado,
donde siempre sus furias han anclado,
y en alto empuñan nuevas acedías.
Del brazo del amor que la convida,
por calzadas de gritos en penumbra,
huérfana de la noche va mi vida
tras un amanecer que al fin alumbra
un día con la noche esclarecida
de azul mañana que la fe vislumbra.
CUENTA
Calladamente todo voy dejando:
pensamientos, corbatas y recuerdos.
El cafetal de mi primera aldea
muy lejano está ya de mi conciencia.
Prosaicamente todo voy dejando:
los sueños, los presagios, las veredas.
Es poco lo que resta ya en mi mente
de lo poco que he visto aparecer.
Hasta este sueño ya me está dejando:
de tanto andar sobre la misma acera
teme que será en ella donde quede.
Calladamente todo voy dejando.
Todo en mí solamente es ya recuerdo
y apenas si recuerdo lo que queda.
MUERTE
No estoy seguro de lo que es la muerte,
sólo presiento a veces su figura,
llena de una larguísima tristeza
por tantos pasos para dar con uno.
Ella revolotea en mi conciencia
como monstruo perdido de la noche
y solamente encuentra entre mis pasos
los pasos de otra sombra que agoniza.
Bajo un telar de sombras va mi vida
al compás de los salmos de la noche,
muy cerca de los pasos de los hombres.
Bajo una sola sombra va mi sueño
a espaldas de la lumbre de la vida,
muy cerca de la sombra de la muerte.
MORIENCIA
El asunto es acompañar la vida
a sol y sombra, donde sea preciso;
saber de donde nos sacó el hechizo
y contar con la última embestida.
No importa el llanto o la final salida,
la vida es solamente el compromiso
de estar donde la vida misma quiso:
al lado de la vida de por vida.
Abundarán ventiscas y huracanes
al dar con el confín de nuestros días
cuando en batalla, casi como canes,
lidiaremos las propias agonías.
Disputarán, entonces, nuestros manes
llanto, grito, dolor y rebeldías.
PRIMAVERA
Aire de abril para mi luz andina,
para mi cafetal, para mi aldea,
florida de tristeza y conticinio,
de soledad, de musgo y de vereda.
Abril, amor, para el tejado azul,
para el zaguán también adormecido
de esperar tu presencia azulmarina
y las fugas de amor en primavera.
Desde niño anhelaba tu color:
el de mi cerro y mi colina azul,
cabalgando risueño por el cielo.
Aire de abril, amor, para la lluvia
trenzada de neblina aquí en mi aldea.
Abril por fin, para nacer contigo.
NOCTURNO
Con el aire encrespado de mis venas,
timón en mano, vigilante el vuelo,
tendí las redes por el vasto cielo
desde la cumbre herida de mis penas.
Y al místico crujir de grises quenas
desovillé los surcos de este anhelo,
aventé los rastrojos de mi suelo
y repentinamente mis cadenas.
Y, así, por entre el mar de mi quebranto,
anclé de nuevo en tu lejana ausencia
y zarpé con la noche de mi llanto
por senderos de oscura transparencia
hasta lograr que mi crispado manto
cobijara el soñar de mi demencia.
TRÍPTICO A CÉSAR VALLEJO
"... contra el sol: ¡César Vallejo,
de perfil y de repente".
Elio Jerez Valero
I
Canto astillado por su propia quena,
llama y prado incendiados en la altura;
centinela esculpido en su pavura,
valle repleto de esperanza ajena.
Recia vertiente de tu antigua vena
el autóctono grito de amargura,
y el eco de tu raza quemadura
en los heraldos negros de la pena.
Cómo crepita el múltiple alarido
de tus pómulos y húmeros hambrientos!
Cómo retumba el íngrimo crujido
de tus angustias y tus sufrimientos!
Cómo gime el clamor de tu latido
en la hondonada gris de tus cimientos!
II
¿César Vallejo, seguirá parejo
el alambre punzante del quebranto
o habremos de regar tu propio llanto
cual si fuéramos trizas de tu espejo?
¿César Vallejo, cesará el cortejo?
¿César Vallejo, se ahogará tu canto?
¿Sí, César - no el Augusto sino el Santo -
César Vallejo, cesará Vallejo?
¡No cesará, Vallejo, tu ternura,
tu desnudez es traje de grandeza
que escondes en tu propia arquitectura!
¡No cesará, Vallejo, tu firmeza
ya que haces del dolor arboladura
sobre el hosco muñón de tu tristeza!
III
Cementerio de quenas en la entraña
lamentación del Ande americano;
lazarillo del pobre y de su arcano
que las vertientes de su llanto empaña.
Estallido de lumbre en tu montaña
que es borbotón de queja entre tu mano
para advertir al fuero castellano:
¡Cuídate, España, de tu propia España!
Tintos de la proclama de tu voz,
cuídanse del martillo sin la hoz
desde el viejo Alicante a Extramadura.
Y, así, desde tu muerte, siempre altivo,
amor en mano, el corazón cautivo,
vigilas tu rebelde sembradura.
TRÍPTICO A BOLÍVAR
I
Espada, verbo, Patria, gallardía.
Cóndor, relámpago, turbión, santuario.
Apóstol, huracán y visionario.
Cumbre, sendero, llano y serranía.
Torrente, sol, delirio y valentía.
Soldado, capitán o campanario.
Coraje, guerra, paz, humanitario.
Río, volcán, remanso y alquería.
Carabobo, Pichincha, Boyacá.
Chimborazo, clarín y derrotero.
Proclama, bronce, gloria... Bomboná.
América - la Patria - Caballero.
Caracas, Lima, Quito, Bogotá.
¡Padre, Libertador y Mensajero!
II
Llama de eternidad en la espesura,
Caballero implacable de la historia,
en ti la Patria es bronce por tu gloria
y antorcha desplegada en tu bravura.
Testigos Carabobo y Angostura,
Pativilca, Junín y La Victoria
y el mundo que renueva tu memoria
desde el páramo audaz a la llanura.
Porque en el pulso americano vive
tu sangre de raigambre y fortaleza
que fulge con los siglos y pervive.
Y en tu lección de patriarcal grandeza
se ilumina tu nombre y sobrevive
con la huella tenaz de tu firmeza.
III
Autóctono crisol americano,
Centinela y baluarte de Los Andes
donde cabalgas y tu vida blandes
para inflamar el devenir indiano.
Tu acento repercute en nuestro llano
junto a la lumbre que en el mundo expandes,
cuando tus luchas en lirismo escandes
con la fragua guerrera de tu mano.
Resonará tu gloria en las montañas
desde el troquel del vendaval andino
hasta el clamor del mar y sus entrañas.
Y afianzará la Patria su destino
renovada al fragor de tus hazañas
mientras vibre tu espada en el camino.
EPÍSTOLA A MANUEL FELIPE RUGELES
I
Manuel Felipe, hermano de la harina,
permanente juglar de nuestra aldea,
testigo fiel de toda la odisea
de esta sufrida tierra campesina.
Manuel Felipe, acaso la neblina
- tu dulce amante - solamente sea
tenue sombra que apenas señorea
en este valle de tristeza andina.
Manuel Felipe, en lumbres jornalero,
apenas si se ven las mariposas,
apenas si se siente el ventisquero.
El oculto presagio de las rosas
nos recuerda tu claro derrotero
hacia la luz total de nuestras cosas.
II
La paz que tú soñaste ya no cuenta.
Los niños hacen guerra apenas nacen.
Las crónicas son todas policiales.
Ya no es nuestro el sabor de nuestra música.
El último poema para niños
ellos lo escriben con sus propios sueños:
es sólo una parábola a la guerra
con todas las metáforas en gris.
Andrés Eloy ya no anda por aquí,
el pobre Aquiles tuvo un accidente
y se nos fue. Ya casi no contamos
con poetas que quieran a los niños.
Manuel Felipe, hermano de las cumbres,
aquí nadie le canta a la neblina.
III
Manuel Felipe, ya nadie apacienta
ningún sueño detrás de los rebaños;
los viejos cántaros nos son extraños
así el crisol del horno los presienta.
La neblina quizás apenas sienta
la ausencia de los sueños aledaños
y en el rojizo almendro de tus años
tal vez ningún turpial ya ni se asienta.
Tal es el precio de la vida, hermano:
echar un barquichuelo en la quebrada,
echarlo de mañana, bien temprano,
luego irse con la tarde alucinada
y estarse con la luna de la mano
para caer en cuenta de la nada.