Con mi descolorida gorra de guerrero
voy pasando por la quietud del abandono.
Las casas han cambiado de color
y los árboles poseen una sombra distinta.
Camino por estos andurriales de silencio,
paso sobre la metástasis de las hojas muertas
y mi boca que olvidó tu nombre,
atascada en el crujido del paisaje
teje una grácil concesión de silencio,
más allá de las espurias sequías.